Se puede tener la razón a veces, pero
no siempre. Uno de los principales problemas de hoy es la necesidad egocéntrica
de tener la razón. Las discusiones no se dan para un saludable intercambio de
ideas, de modo que los interlocutores aprendan o entiendan la realidad desde
una perspectiva mucho más humilde. Nadie escucha a nadie preparando su réplica.
Así no hay modo de crear soluciones ni de ser felices, que al fin de cuentas,
es lo que realmente importa.
La realidad es diversa y compleja y
tan variada como puntos de vista hay. Por eso, en parte, todos tenemos razón y
en parte, no. La percepción de la «realidad» está sujeta a las experiencias de
cada individuo, que son solo suyas, por lo que la realidad es producto de la
interpretación de los hechos y circunstancias que rodean la existencia de cada
quien. No hay pues, «una verdad».
Creer que uno «tiene la razón» es un
acto indecentemente soberbio. Las discusiones serían más útiles si en lugar de
oír para refutar, escucháramos con humildad para aprender y comprender. En
lugar de «defender» nuestro punto de vista limitado, lo expandiríamos cada vez
más. Y ésa es la idea central de estas enseñanzas: crecer, aprender más y desde
luego intentar, en la medida de lo posible, crearnos una idea más amplia de la
realidad a través de otros puntos de vista que por infinidad de razones, no
tenemos.